Dichos populares
Hasta verte, Jesús mío:
Proviene este dicho de que en los refectorios conventuales se daba a cada fraile su ración de agua y vino en sendos cuencos o tazones de barro, al fondo de los cuales Solía estar pintado el monograma I.H.S. (Jesús). Cuando iban a apurar el líquido del vaso decían la expresión hasta verse Jesús mío.
Eugenio Noel, en su libro Nervios de la Raza, alude a los pequeños diablos que los alfareros de Talavera pintaban en los tazones usados por los frailes Jerónimos, para que el lego de las bodegas se los llenara hasta ahogarlos en el espeso mosto de las vides de Criptaza.
Y añade en nota:
“En estos tazones, ingenuas muestras del arte popular, hay todavía otro dato más picante y gracioso. Cuando el lego refitolero echaba el vino en estas páteras talaveranas y no las acababa de llenar, el padre decía: “Ahogue al diablo, hermano”. Y como el diablo pintado tenía las manos en el borde del vaso, el vino rebosaba. Después, los alfareros, en el fondo, habían colocado un anagrama que se lee: “Jesús Cristus”, y los padres al consumir el vinillo, lo hacían diciendo:”Hasta verte, Jesús mío”, es decir, hasta descubrir el anagrama del fondo. Estas dos frases pasaron al tesoro de nuestros adagios y son hoy de dominio público”.
Julio Casares, en su Introducción a la lexicografía moderna, afirma que la frase que comentamos se aplicó, no sólo a los frailes, sino a los bebedores en general. Dice así:
“Antiguamente solía haber en todas las casas vasos o jarros en cuyo fondo se leía la inscripción I.H.S. (Jesús), y cuando un bebedor se disponía a apurar el líquido contenido en tales vasijas, generalmente vino, hasta que quedase visible la citada inscripción, decía en tono familiar: Hasta verte, Jesús mío”.
La docenica del fraile:
Conjunto de trece cosas.
El origen de esta expresión es el siguiente: cierto fraile mendicante se presentó en una huevería a comprar una docena de huevos. “Como son para distintas personas- dijo a la dueña-, me va a hacer el favor de despachármelos separados en la forma que yo
le diga: para el padre prior media docena (y separó seis), el padre guardián me encargó un tercio de docena (y agregó cuatro a los anteriores), y para mí que soy más pobre, un cuarto de docena”.
Tomó tres más, abonó la docena y se marchó. Dicen que repitió la suerte veces, hasta que la cándida dueña se percató de la argucia del fraile.
El célebre escritor francés Alejandro Dumas cuenta en su libro de París a Cádiz, que cuando en octubre 1846 entró en nuestro país y almorzó en Vitoria, le pidió a la hostelera un par de huevos. La hostelera indagó:
-¿Qué desea usted: un par de huevos para fraile o para seglar?
-¿En qué se diferencia uno de otro? –preguntó él, a su vez, extrañadísimo.
-Un par de huevos para fraile, se compone de tres huevos, y un par de huevos para seglar se compone de dos- le explicó la hospedera.
A propósito del par de huevos de tres huevos, se puede leer en los cuentos y chascarrillos andaluces, de don Juan Valera, que un joven estudiante quiso lucir sus artes de dialéctica mientras almorzaba con su padre y su madre. De un par de huevos pasados por agua que había en un plato escondió uno con ligereza y le preguntó al autor de sus días:
-¿Cuántos huevos hay en el plato?
-Uno, contestó el padre.
El estudiante puso en el plato el otro que tenía en la mano.
-¿Y ahora, cuántos hay?
-Dos.
-Pues entonces –replicó el estudiante- dos que hay ahora y uno que había antes suman tres los huevos que hay en plato.
El padre se quedó atortolado, no acertando descifrar el sofisma.
Pero la madre decidió la cuestión. Puso un huevo en el plato de su marido, tomó otro para ella, y dijo a su sabio vástago:
-El tercero cómetelo tú.
Pelar la pava:
Según el diccionario significa tener amorosas pláticas los mozos con las mozas.
La explicación más probable es la siguiente: Una dueña, vieja y achacosa, ordenó a su criada que matase y pelase una pava para solemnizar la fiesta al día siguiente. Ella fue a pelarla a la reja, adonde acudió su novio. La moza se retrasaba mucho en la faena, como es de suponer. La vieja le gritaba: “¡Muchacha! ¿No vienes? “Ya voy señora, que estoy pelando la pava. Volvió a impacientarse la dueña y gritaba: Muchacha, qué haces, y contestaba la aludida, estoy pelando la pava.
O se tira de la cuerda para todos, o no se tira para ninguno:
Proviene esta expresión de una historieta fúnebre y chusca. Un viejo que era muy rico murió sin otorgar testamento. Sus parientes que querían heredarle a toda costa, llamaron al notario como si aquel no hubiera fallecido, y cosiendo a la barba del difunto una cuerda finísima, uno de ellos, oculto bajo el lecho del falso testador, la accionaba con tanta habilidad que el muerto movía la boca y meneaba la cabeza afirmativamente. Los demás, en presencia del notario, le preguntaban al difunto: ¿deja usted el huerto a su sobrina Julia? y el falso testador hacía un gesto afirmativo. ¿Deja Usted la casa a su sobrino Miguel? ¿Y la viña a su prima Rosalía? Hasta que el notario, advertido de la maniobra, preguntó al testador:
¿Y al notario le deja usted mil duros? Y como el preguntado permaneciese inmóvil, dijo el notario: Señores, esto no vale; o se tira de la cuerda para todos o no se tira para ninguno.
Irse por los cerros de Úbeda:
Equivale a perderse, extraviarse.
Cuentan que un alcalde de un pueblo de la serranía de Úbeda estaba enamorado de una moza que vivía en el cerro de Úbeda y que le sorbía el seso. Una vez, en sesión, le pidieron parecer, y como el pobre alcalde empezase a divagar, un munícipe le advirtió:
“no se vaya usía por los cerros de Úbeda”.
Según unos, el alcalde de marras era de Úbeda y la moza vivía en unos cerros próximos a esta población. Y como en un discurso que pronunció el alcalde perdió el hilo de la cuestión, una moza le dijo: Señor, alcalde, no se le entiende, usía se va por los cerros.
Covarrubias en el Tesoro de la Lengua Castellana, dice: “Ir por los cerros de Úbeda se dice del que no lleva camino en lo que dice, y procede por términos remotos y desproporcionados”.
Lo mismo digo:
Era una fórmula que se empleaba como duelo o pésame desde finales del siglo XVIII. Los amigos después del funeral acudían a darle el pésame. Normalmente empezaba un clérigo o un fraile con una frase ritual de consuelo y los demás en fila le daban la mano e inclinando la cabeza decían: Lo mismo digo, aludiendo a lo que había dicho el primero.
Cuentan que una vez estaban en una despedida de duelo y uno íntimo se le acercó y le dijo: “tiene Ud. la peluca torcida”. Lo mismo digo, lo mismo digo, pasaron diciéndole todos los demás, hasta que el pobre hombre se quitó la peluca.
Echarle a uno el muerto:
Sbarbi, en su gran Diccionario de Refranes, consigna las expresiones: echarle a uno el muerto, o echar el muerto a casa, o a la puerta ajena, o al vecino, en el sentido de achacar o imputar a otro la culpa de lo que no ha hecho.
El origen de la frase proviene de la Edad Media. Según las leyes medievales cuando dentro del término de un pueblo aparecía el cadáver de una persona muerta violentamente y no aparecía el asesino, el pueblo estaba obligado a pagar una multa. Por esta razón, si se podía se pasaba el muerto al pueblo vecino, y así se libraban de la multa.
Echar el muerto a otro pueblo equivalía, pues, a cargarle con la responsabilidad del crimen y con la multa, en caso de no encontrarse al asesino u homicida.
Palos de ciego:
Daño que se causa por desconocimiento o irreflexión.
Covarrubias, en su Tesoro de la Lengua Castellana, define como palo de ciego el que se da a tentón y es descargado con mucha furia. Y en otro lugar dice: “Palo de ciego que saca polvo debajo del agua; los ciegos como no ven a dónde dan, arrojan el golpe desaforado”.
Esto de los palos de ciego fue siempre cosa de gran hilaridad.
La crónica latina de Alfonso VII, dice que en el siglo XII hubo lo siguiente: “en la sencillez del siglo no pudo faltar el festejo en que los hombres ciegos, armados de bastones y protegidas las cabezas con morriones, para que no se hiriesen gravemente, se sacaban alcoso y se les echaban algunos animales de cerda, para que cada ciego hiciese suyo el cedo que matase, y buscándolo a tientas, descargaban los golpes en partes muy distintas, y algunas veces, encontrándose entre sí mismos, se golpeaban con grandísima algazara de la multitud”.
¡Sería de ver los garrotazos tan atroces, que con el afán de darle al cerdo en la sesera se arrearían los ciegos de León, mientras la gente se moría de risas! Espectáculo digno de la sencillez del siglo XII.
La diversión a base de los palos de ciego fue común en la antigüedad, y su último avatar es la “piñata” (que significa en italiano olla) y que dio nombre al domingo de piñata y al baile de piñata, porque en él se vendaban los ojos a los circundantes para que rompieran a garrotazos una olla colgada del techo, llena una veces de agua y otras de pájaros o dulces.
“En cierto pueblo de Navarra se celebró una boda a la que, no sé por qué razón, fueron invitados todos los ciegos de la comarca.
Corrió la voz y se juntaron a la fiesta una docena de ellos. Después de la comida, el padrino, que era un guasón de arroba y un mala idea, los juntó en el corral y los informó en parejas, y, conforme pasaban decía:
-Toma; un duro pa los dos.
-Ten; este duro pa los dos.
Pero, nada les daba, el muy truhán. Y, ya en la calle, un ciego le urgía al otro: “Apoquina la mitad que me toca”. Y el compadre asombrado: “¿Qué mitá dices, si te lo ha dau a ti?...” “A mí”” ¡Mientes traidor! Y alzaron sus garrotes. Y se majaron a garrotazos, a palos de ciego”.
¡Esa es más negra!:
Fernán Caballero cuenta este origen. “Se estaba confesando un gitano, y dijo al confesor: Padre me confieso que he robado una soga. Válgame Dios, y no podíais resistir a esta tentación, que es un pecado mortal, y gracias que no fue cosa mayor. Es que detrás se vino la cabezada. Y detrás la albarda. Y detrás se vino la mula.
¡Esa es más negra!, exclamó el confesor. No señor, respondió el gitano; más negra era la otra que se vino detrás de la primera.
Otra versión es que el gitano empezó a confesar pecados, uno detrás de otro y cada vez más graves a lo que el confesor decía “esa es más negra”.
¡Viva Fernando!, y vamos robando:
Esta frase, muy corriente en los años 1815 al 1823, y alusiva a los usos y latrocinios que cometían los partidarios del absolutismo de Fernando VII, quedó en proverbio y sigue aplicándose a los aprovechados que blasonan de patriotismo.
En un sermón que predicó el carmelita fray José de Salvador el día 24 de febrero de 1815 en presencia del rey Fernando VII, dijo entre otras cosas: “Hombre enemigo es también el que, gritando a voces viva Fernando, la patria y la religión, se introduce en el gobierno, trastorna el orden con disimulo, hartando entre tanto su furiosa ambición con empleos, rentas y honores, a costa de la inocente Nación. Observe vuestra majestad a los que se le presenten, aunque sea con planes y proyectos de economía a favor de la Patria; míreles vuestra majestad a las manos cuando se retiren; y si llevan carne en las uñas, no hay que dudar de que son los que buscamos, los que nos hacen tanto mal, los que han dado ocasión al nuevo adagio, que repiten hasta los niños por las calles, a saber: ¡Viva Fernando!, y vamos robando”.
El bobo o el tonto de Coria:
Personaje legendario, símbolo de la tontería y de la mentecatez.
Dícese también de los astutos que, so capa de ignorancia, comenten los mayores desafueros.
Martínez Villegas, en su periódico El tío Camorra, refiere que en Coria, ciudad de Extremadura, cerca de Plasencia, existe un puente en las inmediaciones de un río, es decir, un puente sin río por debajo, y que aplican el nombre de tonto de Coria al arquitecto que lo construyó.
El Bobo de Coria del cuadro Velazqueño, que es un enano bizco que servía como bufón en la corte de Felipe IV, fue natural y vecino de Coria, y el duque de Alba lo llevó a la Corte prendado de su discreción y gracejo. Y tanto agradó a Felipe IV, que el duque tuvo que cedérselo, y entró a formar parte de la servidumbre de la casa real.
Había en una ciudad aragonesa un medio mendigo al que llamaban santiaguico medio tonto. Un día fue citado al juzgado y el juez le dijo:
-Hay una denuncia contra ti por hurto de una gallina…
-¡Ganicas de enredar, señor juez!
-¿Por?... ¿por?...
-Porque la gallina se pasó volando del corral del vecino al mío.
Como la tapia es muy bajita…
-Pero te quedaste con la gallina…
-¡como soy medio tonto!
-Y, si una gallina de tu corral se hubiera pasado al del vecino.
¿Hubieras consentido que él se quedara con ella?
-¡Señor Juez!... ¡entonces sería tonto del todo!...
El disimulo de Antequera:
Es dicho muy usado en Andalucía y cuya expresión completa es:
El disimulo de Antequera, la cara tapada y el culo fuera.
Según los andaluces, la frase proviene de una feria que hubo en Antequera. Un cierto caballero de aquella ciudad fue cogido en circunstancias comprometedoras respecto a la posición de sus pantalones, levantó su capa enrollándola alrededor de la cabeza, de manera que no pudieran reconocerle, y dijo ingeniosamente: “Así ninguno del pueblo me reconocerá, con la cara tapada y el cu… al aire”.
Hay otra explicación del origen de esta frase: “En un día de feria, en que calles y plazas estaban llenas de gente, un caballero antequerano tuvo el más apretamiento y terrible apretón que puede imaginarse. No daba tiempo para refugiarse en sitio oculto, ni para nada. Era menester descargar a escape. El caballero tomó entonces una resolución tan súbita como acertada; volvió la cara hacia la pared, se echó la capa por la cabeza, echó las posaderas al aire y largó la descarga en un periquete, sin que nadie llegase a conocerlo por lo que tuvo descubierto un instante.
Desahogado ya, se alzó y ajustó los calzones, se bajó la capa y siguió tranquilamente su camino. Así nació la frase:
El disimulo de Antequera:
la cabeza tapada y el culo fuera.
Llegar a la hora del fraile:
A la hora de la comida para que tengan que invitarle a comer.
Se decía esto, cuando los frailes, algunos de los cuales tenían la costumbre de presentarse en las casas al mediodía, para que los dueños se viesen en la obligación de convidarles a comer con ellos.
De Fernando de Amézqueta un aldeano vasco muy punzante y oportuno se cuenta lo siguiente:
Un día dos frailes querían burlarse de él y le preguntaron si sabría calcular la distancia de la Tierra a la Luna. El astuto vasco les dijo:
-Cuánto camino hay, no sé, pero el tiempo que tardaría un hombre, en llegar de la luna a la tierra, sí.
-Cuánto camino hay, no sé, pero el tiempo que tardaría un hombre, en llegar de la luna a la tierra, sí.
-Vamos a ver, vamos a ver, dijo uno de los frailes.
Fernando prosiguió:
-Mirad, si tirasen un fraile de la luna a las doce menos cuarto, seguro, seguro, que “pa” las doce en punto estaría sentado en la mesa del párroco.
Anfitrión:
En la mitología griega, Anfitrión era el marido de Alcmena, madre de Hércules. Mientras Anfitrión estaba en la guerra de Tebas, Zeus tomaba su forma para acostarse con Alcmena, noche tras noche, tras lo cual ella queda embarazada.
Con el embarazo de Alcmena, un gran alboroto fue creado, porque evidentemente Anfitrión dudó de la fidelidad de su esposa.
Al final todo fue aclarado por Zeus y Anfitrión se puso contento por ser el marido de una mujer elegida por el Dios Zeus, para tener sexo.
De aquellas noches de amor nació el semidiós Hércules. A partir de allí, el término anfitrión paso a tener el sentido de: "aquel que recibe en su casa".
Por lo tanto, Anfitrión es sinónimo de “carnudo, tranquilo y feliz”
Resumiendo: cuando alguien diga que usted es un buen anfitrión, esté atento, y vigile a su mujer.
Tarazona no recula, aunque lo mande la Bula:
Don Teófilo Pérez Urtubia, relaciona este pareado con el terco e indomable antipapa don Pedro de Luna; Benedicto XIII (1419).
Pérez Urtubia, después de hacer historia del cisma de Occidente y de la tozudez de Benedicto XIII; después de consignar que cuando éste fue sitiado en su castillo de Aviñón por las tropas del rey de Francia, le defendieron valerosamente los bravos ballesteros aragoneses y catalanes. Añade que los pueblos y ciudades aragonesas mantuvieron su lealtad a don Pedro de Luna incluso cuando fue depuesto y declarado hereje, sin que bastasen a apartarles de él ni las excomuniones del papa de Roma, ni las amenazas del concilio de Constanza (1417), ni las bulas papales.
De las ciudades aragonesas, una de las más adictas al Papa Luna, a cuya catedral perteneció (hay quien sostiene que don Pedro de Luna estudió en Tarazona. Otros afirman que el cabildo de la catedral le presentó para obispo. Lo que parece cierto es que fue Arcediano de esta Catedral), es Tarazona, que ante la indecisión de las demás y a pesar de las órdenes apremiantes de Roma, se mantiene fiel a su obediencia.
Consecuentes a esta actitud, las bulas romanas se suceden, cada vez más conminatorias, y una de ellas anunciando la imposición de severas penas a los insumisos, a los recalcitrantes.
Pero finalmente Tarazona sigue adicta al pontífice aragonés a pesar de todas las amenazas de ahí la frase: “Tarazona no recula, aunque lo mande la bula”.
La copla de la Dolores
El erudito publicista aragonés Gregorio García Arista publicó en El Español del 13 de octubre de 1945 un extenso trabajo titulado “Cómo nació la canción de la dolores” y esto que cuento a continuación es lo más interesante.
En la segunda mitad del siglo XIX, vivía en Tarazona de Aragón un ciego de vihuela (instrumento musical de cuerda) y gayata (cayado, bastón, palo), bohemio y andariego, que se llamaba Pascualón.
Era hombre inteligente y culto. Pascualón recitaba de memoria los clásicos romances de Los siete infantes de Lara, Oliverosde Castilla, el rey Marsilio en Zaragoza, Roncesvalles, etc., e improvisaba coplas con gran facilidad.
Pascualón pasaba los inviernos en Tarazona, y cuando llegaba el buen tiempo se echaba a correr mundo, llevando como lazarillo a un muchacho apodado Mosquica. Solía salid e Tarazona hacia Castilla y Solía recalar en Calatayud.
Un año llegó a Calatayud el día de la Ascensión, día de mercado y de gran concurso de forasteros, y en la posada de San Antón, la más concurrida entonces por arrieros y traficantes, empezó a cantar coplas. Le rodeó la gente, y los ochavicos morunos y algún cuartejo menudeaban en el plato del lazarillo, cuando del interior del patio salió una guapa moza, donairosa y alegre, la cual llegando hasta el ciego, depositó en el plato una cuaderna, a la vez que en tono cariñoso le pregunta por la causa de su ceguera, pues los ojos parecían normales.
-Maña –contestó Pascualón- me cayó la gota serena.
-Pobrecito -exclamó la moza.
Y depositando otra cuaderna, se volvió al patio.
La cuantía desusada del óbolo iluminó de gratitud el rostro del ciego. Se enteró de que moza se llamaba Dolores, e improvisó la copla:
Si vas a Calatayud,
pregunta por la Dolores,
que es una chica muy guapa
y amiga de hacer favores.
Años después en la penúltima década del siglo XIX, el escritor catalán José Feliú y Codina, que iba de Madrid a Barcelona, se detuvo en la estación de Binéfar, y un ciego de este pueblo, que solía cantar coplas aragonesas al paso de los trenes, acompañándose con la guitarra, entonó la jota de “si vas a Calatayud”, al oírla Feliú y Codina, germinó en su cerebro la idea de un drama de ambiente aragonés.
Feliú vio, quiso ver, en la palabra “favores”, una intención distinta de la que tuvo en la copla originaria, y así surgió La Dolores.
El drama estrenado en Madrid el año 1893, tuvo un éxito inmenso, y la copla se popularizó. Luego, Tomás Bretón la llevó otra vez al teatro como zarzuela. Y esto aumentó la popularidad de la copla en términos extremos; tanto que los de Calatayud se sintieron amohinados (ofendidos, vilipendiados, disgustados).
El año 1924, la ciudad de Calatayud convocó un certamen, ofreciendo mil pesetas de premio, al que enalteciendo el honor de la mujer bilbilitana, desvirtuase el sentido de la famosa copla de La Dolores.
Hasta once mil coplas se dijo que habían sido remitidas. Toda la prensa se ocupó del asunto. El jurado declaró desierto el concurso.
Entre las coplas enviadas al certamen figuraban estas dos:
Si vas a Calatayud
no preguntes por Dolores,
que las hembras son muy hembras
y los hombres son muy hombres.
Dicen que Don Juan Tenorio
estuvo en Calatayud
y agotó su repertorio
sin rendir una virtud.
En cierto aspecto el certamen bilbilitano resultó contraproducente, porque hubo concursantes festivos o de mala intención que
remacharon el clavo en lugar de sacarlo. Entre las coplas de este jaez que alcanzaron mayor difusión figura la siguiente:
Si vas a Calatayud
pregunta por la Manuela,
que es nieta de La Dolores
y más maja que su abuela.
El fallo del jurado aragonés armó gran revuelo. Por iniciativa del diario madrileño A B C se abrió nuevo concurso y el jurado otorgó el premio a la siguiente jota en año 1925:
La copla de la Dolores
todo el mundo la cantó,
y entre tantos cantadores
ni uno sólo la creyó.